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Entrevista al escritor Antonio Tocornal

por objetivomasletras21
escritor Antonio Tocornal

El escritor gaditano Antonio Tocornal residió durante su juventud en París, y actualmente vive en las islas Baleares, rodeado de naturaleza mediterránea y acompañado de sus perros.

A los diecisiete años dejaste atrás tu San Fernando para matricularte en Bellas Artes en Sevilla. ¿Ya soñabas por entonces con tu actual profesión, o eran otros tus propósitos artísticos?

Yo he leído desde siempre y mucho, y siempre he tenido inquietudes artísticas. Al principio empecé una carrera como artista plástico que acabé por abandonar. Mi vocación literaria es bastante más tardía, y percibo que surgió como un escalón lógico en mi evolución como lector. Soy muy exigente conmigo mismo, y tuve que esperar hasta bien cumplidos los cuarenta para considerar que algunos de mis textos podían ser publicados sin que ello me fuese a causar demasiado rubor al pasar el tiempo.

En tu primera novela, La ley de los similares, creas un antihéroe urbano que puede representar perfectamente las flaquezas de la generación que creció durante la transición democrática. A tu juicio, ¿se palpan diferencias creativas entre la nueva generación de escritores y aquella otra que, como tú, vivieron los trasiegos de la transición?

Por supuesto. Cada generación es responsable de su aporte a la cultura. Yo era muy joven cuando la transición, y los años ochenta los viví en el extranjero, pero ahora que generaciones más jóvenes que la mía publican de forma asidua, encuentro muy interesante leerlos con apertura de miras y para aprender de ellos las nuevas formas de ver el mundo. Conozco escritores de mi edad que ignoran voluntariamente a los más jóvenes y que se quedan de alguna manera anquilosados en formas de escribir que siguen siendo válidas para lectores de nuestra generación, pero que ya no llegarían con facilidad a las nuevas. Por otra parte, me admiro cuando leo entrevistas a escritores muy mediatizados, de entre treinta y cuarenta años, que se jactan, como si fuese algo digno de admiración, de no haber leído nunca Cien años de soledad. Creo que es muy importante el intercambio de puntos de vista entre generaciones en ambos sentidos; es la única forma de acceder a lo «universal» en literatura.

Tu segunda novela, La noche en que pude haber visto tocar a Dizzy Gillespie, ganadora del XXII Premio de Novela «Vargas Llosa», contiene extravagantes y variopintos personajes parisinos ¿Es esta obra un tributo a tus años residiendo en París? ¿Cómo te influyó a nivel artístico y literario esta estancia?

Esa novela es absolutamente autobiográfica. Viví en París en un ambiente bohemio en los años ochenta, entre mis veinte y mis veintisiete años, y el recuerdo de aquella época loca, de aquella larga fiesta, se fue mitificando con los años hasta que la memoria le dio la pátina literaria y acabé por resumirla en la noche que se narra en la novela. Es una historia repleta de personajes y de situaciones delirantes que existieron y que se dieron en realidad. Llegó un momento en mi vida, treinta años después, en que sentí que aquellos personajes —músicos, pintores, traficantes, indigentes, poetas, actores porno y todo tipo de buscavidas— me llamaban desde el pasado para que contase su historia o, mejor dicho, nuestra historia. Solo tuve que hacer un ejercicio de «arqueología de la memoria», y disfruté muchísimo viendo cómo esa historia real se fue novelando.

Has publicado cuatro novelas, pero se dice que tu pasión es el relato corto. Es indudable que en nuestro país este aún no ha conseguido tener la hegemonía que tiene en otros países, y se queda en un segundo plano respecto a la novela. ¿Para ti, qué lo hace tan especial y qué es lo que hace que te decidas por un relato corto o por una novela cuando te pones a escribir?

Tengo la impresión de que la extensión de mis textos es algo que no controlo yo; que me viene dado. Soy un escritor muy espontáneo y, cuando empiezo con un texto, lo hago movido por intuiciones o por una idea primigenia apenas esbozada; en ese momento no sé si va a acabar siendo un relato, una novela, un ensayo, un poema, o si va a acabar en la papelera como ocurre a menudo. Es el propio texto el que dicta, si uno está atento, cuál es su tono y su extensión ideal; lo importante es ser muy consciente de cuáles son las líneas rojas que no se quiere traspasar, y para mí hay una muy clara: no meter ni un solo párrafo que no sea imprescindible. Creo que por esa razón tengo tantos relatos cortos: por respeto al propio texto y al tiempo del lector, a quien nunca hay que abrumar con futilidades. A veces me encuentro con escritores que declaran «voy a escribir una trilogía». A mí eso me desconcierta a la vez que me produce admiración e incluso vértigo, porque en mi caso, si tengo un texto de diez páginas, me maravilla si después de una sesión he conseguido satisfactoriamente acabar la undécima. Espero tener la ocasión, a medio plazo, de poder publicar un volumen con una selección de mis relatos cortos.

Desgraciadamente, el año 2020 siempre será recordado como el año de la pandemia mundial con todas sus nefastas consecuencias. En cambio, Antonio Tocornal publica dos novelas con una diferencia de seis meses. El motivo es que ambas habían sido galardonadas. Bajamares, con el XIX Premio de Novela Corta «Diputación de Córdoba», y Pájaros en un cielo de estaño con el Premio «València» de Narrativa en Castellano Alfons el Magnànim. ¿Cómo has vivido la promoción en un momento tan complicado y limitado por las restricciones de la pandemia?

La promoción ha sido inexistente. Sencillamente, no ha habido promoción. Si las dos novelas —sobre todo Bajamares— han tenido cierta repercusión, ha sido por el boca a boca, pero casi no ha habido presentaciones presenciales ni viajes de promoción. Tan solo alguna presentación en línea, bastantes reseñas, y algunas tertulias con clubes de lectura. En realidad, nunca es aconsejable publicar dos libros seguidos; sobre todo, como en este caso, si son la obra de varios años; se dio así por las circunstancias que has mencionado de la doble premiación, que conllevaba los respectivos compromisos de publicación.

Actualmente vives en Mallorca, rodeado de naturaleza. ¿Es lo único que necesita Antonio Tocornal para inspirarse? ¿Quizá te ha otorgado la madurez la maestría necesaria para inspirarte en cualquier lugar, por muy recóndito que sea?

Yo no creo demasiado en la inspiración y tampoco la busco como si fuese algo externo. Creo en la experiencia vital, en la reflexión profunda, y en la capacidad para reconocer y cazar las buenas ideas cuando aparecen. Solo una combinación de esas tres circunstancias, si además hay conocimientos técnicos que hagan de catalizador, puede reaccionar y desembocar en el nacimiento de una buena obra de arte. Creo que un escritor —un artista en general—, si lo que tiene que decir no es muy relevante, mejor haría quedándose callado y esperando el momento propicio. Yo intento seguir esa máxima y no precipitarme en escribir y publicar banalidades. Puedo pasar semanas sin escribir ni una línea y sin sentir ansiedad por ello; entonces me dedico a leer —creo que leer debería ser el noventa por ciento del trabajo de cualquier escritor— y a trabajar editando textos de otros. Por fortuna a veces, en el momento menos esperado, salta una chispa, un detonante que me obliga a dejarlo todo para ponerme a escribir de inmediato, aunque sea un cuento de un par de páginas o retomar un capítulo de un texto antiguo para introducir un elemento nuevo. Necesito tranquilidad y un entorno sin demasiadas distracciones para poder escucharme y detectar esos momentos, porque sé que de otra forma pasarían de largo y ya no volverían.

En la línea de la anterior pregunta, viviendo en una isla y con las restricciones
impuestas por la pandemia, ¿son las redes sociales necesarias y efectivas en tu caso a nivel promocional?

La promoción es algo que no me preocupa demasiado y que además debería ser —digo «debería ser» porque no es así— el trabajo de otros, y no de los autores. Uno podría pasar la vida intentando venderse, pero eso requiere mucha energía, es muy aburrido y muy frustrante, porque las metas son movedizas; son como el conejo mecánico en una carrera de galgos: por mucho que corra el galgo, y aunque gane la carrera, nunca podrá alcanzarlo. Las redes sociales —en mi caso solo soy activo en Facebook— son para mí otra cosa: un lugar de encuentro con gente más o menos interesante donde compartir información y debates literarios y, por qué no, si uno se rodea de la gente adecuada —y yo me precio de tener «amigos» muy selectos y mucho más sabios que yo—, un lugar donde perder el tiempo de forma deliciosa.

Tu vida profesional consiste en leer mucho y escribir a ratos. Te dedicas también a hacer informes de lectura, correcciones de estilo y edición de textos de terceros. Después de leer tantos manuscritos ¿qué te sorprende más: el gran talento que hay por descubrir o el mucho ego de los que quieren ser un superventas?

Cualquier editor podrá corroborar que son pocos los diamantes en bruto que aparecen entre los manuscritos inéditos. Por eso, cuando surge uno, es un placer trabajar en él, implicarse y acompañar al autor para que sea él quien le dé el brillo que necesita para que pueda llegar a ser publicado con dignidad. Yo considero la edición un género más, como el periodismo, el ensayo o la poesía. Es cierto que, cuando uno corrige y edita textos de otros, tiene que ir con mucho tacto para no herir egos; por esa razón, antes de aceptar un encargo, intento comprobar que hay un mínimo de calidad y que el autor es autoexigente y comprometido con la literatura, y dejarle claro que mi trabajo no consiste en certificar la excelencia de su talento, sino en señalar los puntos en los que el manuscrito puede ser mejorado, y en sugerir de qué forma; para que sea él quien lo haga, e insistir en que ese esfuerzo del corrector solo es aprovechable si va acompañado de una actitud abierta y receptiva por parte del autor. Profesionalmente es muy satisfactorio, en esos casos en los que se han aplicado con humildad gran parte de los cambios sugeridos, constatar el agradecimiento incondicional de los autores.

¿Cómo afrontas cada nuevo reto literario? ¿No te arrastran los primeros días los personajes del último trabajo?

En absoluto. Suelo trabajar con varios textos a la vez y voy cambiando. Puedo cerrar un mundo y entrar en otro, como quien hace zapping o va alternando diferentes sueños durante una noche. Digamos que estoy cómodo en una relación de «poliamor» con mis proyectos. Puedo coger un cuento escrito hace tres años y replantearlo hasta darle la vuelta. La novela en la que estoy trabajando ahora, por poner un ejemplo, la empecé hace casi diez años; desde entonces he escrito muchas otras cosas de forma simultánea sin abandonar ese texto. Es una extensa «novela-río» que ahora percibo como una especie de refugio ya que vuelvo a ella una y otra vez, y ni siquiera me he impuesto una fecha fija o aproximada para concluirla, ya que es muy elástica. Eso es posible porque cuando escribo nunca pienso en el resultado final como producto; me centro en disfrutar del proceso y en aprender de él, y esa actitud me proporciona no solamente una suerte de «línea de vida»; además me concede a veces momentos impagables, comparables tal vez a los de los antiguos buscadores de oro cuando al fin encuentran un filón.

Por eso que dicen que nadie es profeta en su propia tierra, ¿qué has sentido al ganar el último certamen de cuentos «Puente Zuazo» que convoca la Real Academia de San Romualdo de tu ciudad natal?

Me alegró mucho ganar ese premio por su prestigio, pero sobre todo quiero suponer que me reconcilia un poco de forma simbólica con la ciudad de la que «huí» hace ya muchísimos años. Además, el cuento galardonado, La parte que me falta, habla de mi niñez en las playas de Cádiz, y de la parte de mí que se quedó en aquella época y en aquel lugar. Como curiosidad, cuando me llamaron para comunicarme el fallo, no podía dejar de pensar en la alegría que se llevaría mi madre cuando me acompañara al acto de entrega de premios; ese fue quizás el mayor motivo de satisfacción.

El escritor Sánchez Dragó definió tu novela Bajamares como «fulgurante, demoledora y escrita con la precisión de un relojero». ¿Cómo sientan los elogios de uno de los grandes de la literatura actual?

Intento que los elogios vehementes como los de Sánchez Dragó no me afecten demasiado, de la misma forma que procuro que no me afecte cuando los medios influyentes se empecinan en ignorarme por no estar respaldado por los grandes grupos editoriales. Creo que es lo más sano. Un escritor no debería vivir pendiente de esas cuestiones, aunque reconozco que es más fácil decirlo que conseguirlo. Sin embargo, disfruto mucho y quedo muy agradecido cuando un lector anónimo se acerca a mí tras una presentación de un libro o me escribe un mensaje privado contándome sus emociones tras haber acabado un libro mío. Hay mucha verdad ahí.

Desde OBJETIVO MÁS LETRAS deseamos a Antonio Tocornal que entre lectura y lectura le llegue de nuevo la magia de la inspiración porque su público lo espera ya con anhelo.

BIOGRAFÍA

Antonio Tocornal nació en San Fernando, Cádiz. Cursó estudios de Bellas Artes en Sevilla y, tras siete años en París (1984-1991), se instaló definitivamente en Mallorca.

Sus cuentos cortos han sido premiados en más de cuarenta certámenes, entre los que se encuentran algunos de los más prestigiosos en castellano como el «Gabriel Aresti», el «Ignacio Aldecoa», el «Gerald Brenan», el «José Calderón Escalada» o el «Ciudad de Mula».

Actualmente compagina su trabajo de escritor con formación personalizada de escritura creativa y trabajos de asesoramiento, corrección de estilo, edición e informes de lectura para narradores. También publica reseñas literarias en diversos medios.

Su primera novela publicada fue La ley de los similares en 2013.

Con su novela La noche en que pude haber visto tocar a Dizzy Gillespie (Aguaclara, 2018) ganó en 2017 el XXII Premio de Novela «Vargas Llosa».

Con su novela Bajamares (Insólitas, 2020) ganó en 2018 el XIX Premio de Novela Corta «Diputación de Córdoba».

Con su novela Pájaros en un cielo de estaño (Versátil, 2020) ganó en 2020 el Premio «València» de Narrativa en Castellano Alfons el Magnànim.

 Todas sus publicaciones están disponibles en librerías y en las plataformas habituales de venta online.

Más información en su página de autor: www.antoniotocornal.com

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